Confesión de Fe

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Creemos y enseñamos que en las Escrituras Dios se ha revelado al hombre, habiendo hablado a través de los sesenta y seis libros que conforman toda la Biblia.
(Heb. 1:1-2)

Creemos y enseñamos que la Biblia es la inspirada Palabra de Dios, sin error alguno en sus escritos originales, infalible en todas sus partes y toda suficiente en su perfecto propósito.
(2 Ti. 3:16-17)

Creemos y enseñamos que en la Biblia podemos encontrar de manera completa lo que Dios quiere que conozcamos acerca de su voluntad y su persona. Por lo tanto, esta no necesita ninguna clase de añadidura ni extracción en sus palabras, pues aún en ella misma se condena tal acción.
(Dt. 4:2; Rev. 22:19)

Creemos y enseñamos que la Biblia constituye nuestra máxima autoridad en materia de fe y práctica. Es decir, creemos solo lo que ella enseña y obedecemos solo lo que ella ordena.
(Jn. 14:23-24; Lc. 11:28)

Creemos y enseñamos la interpretación literal-histórica-gramatical de las Escrituras, buscando mediante la predicación expositiva el significado original y único del texto, y las diferentes aplicaciones que este puede tener en nuestra vida.
(2 Ti. 2:15)

Creemos y enseñamos que Dios sigue hablando hoy; y que lo hace a través de su Palabra: la Santa Biblia. Por lo tanto, es nuestro deber creer, predicar y obedecer solo la Escritura, pues en ella encontramos la perfecta voluntad de Dios para nuestra vida.
(Heb. 4:12; 3:15)
Creemos y enseñamos que solo hay un Dios verdadero, Creador, Sustentador y Dueño de todas las cosas.
(Dt. 6:4; Is. 45:5-7; Gn. 1:1; Ps. 24:1-2)

Creemos y enseñamos que el único Dios verdadero es un Espíritu perfecto, eterno e infinitamente sabio.
(Jn. 4:24; Is. 40:28)

Creemos y enseñamos que el único Dios verdadero ha existido eternamente en tres personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Teniendo lugar en la Trinidad una comunión inquebrantable, compartiendo entre ellos la misma esencia y atributos divinos. Cada uno, siendo digno de obediencia, alabanza y gloria en la misma medida.
(1 Co. 8:6; Jn. 1:1,14; Act. 5:3-4; Mt. 28:19)

Creemos y enseñamos que el único Dios verdadero es el Soberano Señor, quien dispone todas las cosas conforme a sus perfectos propósitos y sus planes maravillosos. Solo él puede declarar y decretar lo que vendrá, y en realidad, ya lo ha hecho: él ha acomodado todas las cosas para su propia gloria y el bien de su pueblo.
(Is. 46:9-10; Ps. 33:11; Eph. 1:5-6,11; Rom. 8:28)

Creemos y enseñamos que, en su soberana gracia, el único Dios verdadero se ha propuesto salvar para sí mismo un pueblo de todo linaje, lengua, y nación; escogiéndoles desde antes de la fundación del mundo y proveyéndoles el único medio de salvación: la obra expiatoria de su Hijo Jesucristo. Ahora manda a todo hombre a arrepentirse y creer en él para salvación; adoptando como hijos suyos a todos aquellos que responden a su llamado. Convirtiéndose así, en su Padre para siempre.
(Eph. 1:4-6; Jn. 3:16; 1 Ti. 2:5; Act. 17:30; Rev. 5:9)
Creemos y enseñamos que Jesucristo es Dios, la segunda persona de la Trinidad, consubstancial y coeterno con el Padre; quien posee todos y cada uno de los atributos, gloria y majestad correspondientes a la divinidad.
(Jn. 10:30; 14:9; Col. 1:15; 2:9; He. 1:3)

Creemos y enseñamos que, a través de Jesucristo, el Padre creó todas las cosas; y que es en Cristo en quien también todas las cosas subsisten. Todo fue creado por medio de él y para él; por lo tanto, él ocupa un lugar preeminente y supremo sobre toda su creación.
(Jn. 1:3; Col. 1:15-18; He. 1:3)

Creemos y enseñamos que Jesucristo, el Verbo eterno, se hizo hombre. Que, en la encarnación, el Hijo de Dios tomó para sí la naturaleza humana, uniéndola a su naturaleza divina; haciendo a un lado el uso independiente de sus atributos, pero jamás su divinidad; dejando su gloria, pero jamás dejando de ser el Dios glorioso.
(Jn. 1:1,14; 17:5; Phil. 2:5-8; Mt. 17:2; Col. 2:9)

Creemos y enseñamos que Jesucristo, el Mesías prometido, fue concebido por el Espíritu Santo y nacido de la virgen María, convirtiéndose para siempre en el Dios Hombre; con todas las características esenciales del ser humano, pero sin pecado; constituyendo la representación perfecta de la deidad y la humanidad en una unidad indivisible; siendo verdaderamente Dios y verdaderamente hombre; perfecto para salvar y para ser el medio de esa salvación.
(Is. 7:14; Mt. 1:23; Jn. 20:27-28; Mr. 1:3; 1 Ti. 2:5)

Creemos y enseñamos que nuestro Señor Jesucristo vivió una vida santa, sin pecado, cumpliendo la ley de Dios a perfección. Sin embargo, fue crucificado a manos de Poncio Pilato, no porque fuese hallado alguna clase de mal en él, sino como propiciación por nuestros pecados. Él fue a la cruz de manera voluntaria, por amor a nosotros los pecadores y en favor de nuestra redención.
(1 Pet. 2:22-23; 2 Co. 5:21; Jn. 10:18)

Creemos y enseñamos que, en la cruz, Jesucristo tomó nuestro lugar, recibió todo el peso de la ira de Dios que nosotros merecíamos y satisfizo a favor nuestro la justicia divina. Es a través del derramamiento de su sangre y de su muerte sacrificial que el pecador puede ser perdonado y limpiado de todo mal; y es a través de su vida perfecta que el pecador puede ser declarado justo y recibir el poder para vivir en santidad.
(Rom. 3:24-25; 5:1,8-9; 1 P. 2:24; 2 Co. 5:15)

Creemos y enseñamos que nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo resucitó física y literalmente de entre los muertos. Constituyendo su resurrección la demostración de que el Padre había aceptado su sacrificio, que él verdaderamente era el Hijo de Dios y que nuestra salvación está garantizada. Él ahora está sentado a la diestra de Dios, intercediendo por nosotros como sumo sacerdote y recibiendo la alabanza y gloria que solo él merece. Un día él regresará por su iglesia, juzgará a vivos y muertos y reinará eternamente y para siempre.
(Mt. 28:6; Lc. 24:38-29; 1 Co. 6:14; He. 4:14-16; 7:25; 1 Jn. 2:1; Act. 1:9-11)
Creemos y enseñamos que el Espíritu Santo es una persona divina y no una fuerza impersonal; poseyendo en sí todas las características de un ser personal como intelecto, voluntad y emociones. Sin embargo, creemos y enseñamos que el Espíritu Santo no es cualquier persona, sino Dios mismo.
(1 Co. 2:10-13; 12:11; Eph. 4:30; Act. 5:3-4)

Creemos y enseñamos que el Espíritu Santo es Dios: la tercera persona de la trinidad, coeterno y consubstancial con el Padre y el Hijo, quien posee todos y cada uno de los atributos, gloria y majestad correspondientes a la divinidad. Él no solo es el poder y la fuerza eterna, también es el Dios eterno y todopoderoso.
(Mt. 28:19; 2 Co. 13:14; He. 10:15-17; 9:14; Ps. 139:7-10; Is. 40:13-14; Lc. 1:35)

Creemos y enseñamos que el Espíritu Santo fue y es el agente sobrenatural y soberano en las siguientes actividades divinas: la creación, la inspiración de las Escrituras, la encarnación y resurrección de Cristo y la regeneración de los creyenThess.
(Gn. 1:2; 2 Pet. 1:20-21; Mt. 1:18; 1 Pet. 3:18; Rom.8:11; Tito 3:5)

Creemos y enseñamos que el Espíritu Santo es el cumplimiento de la promesa de Jesús a sus discípulos para recibir poder y llevar el evangelio hasta los confines de la tierra. Esto se cumplió en Pentecostés, cuando el Espíritu descendió sobre los discípulos. A partir de entonces, es el Espíritu Santo quien ejerce su ministerio aquí en la tierra, convenciendo de pecado al mundo, de justicia y de juicio.
(Act. 1:8; 2:1-4; Jn 16:8-13)

Creemos y enseñamos que es el Espíritu Santo quien, en el momento de la salvación, regenera, sella y bautiza a los creyentes en el cuerpo de Cristo. Y que es él mismo quien, a partir de ese momento, mora en ellos para guiarlos, santificarlos, moldearlos a la imagen de Cristo y preservarlos sin caída hasta el día de la redención.
(Tito 3:5; Eph. 1:13; 1 Co. 12:13; Jn 16:13; Rom. 8:26-30; 8:11; Eph. 4:30)

Creemos y enseñamos que el Espíritu Santo mora en los salvos permanente y activamente. Siendo deber de todo aquel que dice ser nacido del Espíritu andar también por el Espíritu, agradándole en todo, no contristándolo, sino viviendo una vida llena de él. Es decir, una vida en completa y constante sujeción a la Palabra de Dios.
(Jn 14:16-17; Rom. 8:9-11; Eph. 4:30; Gal. 5:16; Rom. 8:12-16; Eph. 5:18-20; Col 3:16-17)

Creemos y enseñamos que, como Dios, el Espíritu Santo es soberano en otorgar todos sus dones para el perfeccionamiento de los santos en medio de su iglesia, y que cualquier don que provenga del Espíritu de Dios debe cumplir ese propósito: edificar el cuerpo de Cristo. Cualquier manifestación que no edifique a la iglesia y que no se ajuste al orden divino revelado en su Palabra, simplemente no proviene del Espíritu Santo.
(1 Co. 12:4-11; 14:26: 1 Pet. 4:10-11; 1 Co. 12:1-3; 14:37-38)

Creemos y enseñamos que el Espíritu Santo tiene como sublime propósito el glorificar a Cristo en todo lo que hace. Aún en medio de su iglesia, el Espíritu no se glorifica a sí mismo o a sus dones por medio de muestras ostentosas, sino que glorifica al Hijo al llevar a los perdidos hacia él y al iluminar los corazones de los hombres para contemplar la belleza de Cristo.
(Jn. 16:13-15; 1 Co 12:1-3; 2:14-16; 2 Co. 3:18)
Creemos y enseñamos que el hombre fue directa e inmediatamente creado por Dios a su imagen y semejanza. El hombre fue creado libre de pecado con una naturaleza racional, inteligencia, volición, autodeterminación y responsabilidad moral ante Dios.
(Gn. 2:7 , 15-25 ; James 3:9)

Creemos y enseñamos que el propósitode Dios en la creación del hombre esque el hombre glorifiquea Dios, disfrute de comunión con él y viva bajo su voluntad.
(Is.43:7; Col. 1:16; Rev. 4:11)

Creemos y enseñamos que, en el pecado de desobediencia de Adán a la voluntad revelada y a la Palabra de Dios, el hombre perdió su inocencia, incurrió en el castigo de la muerte espiritual y física, quedó sujeto a la ira de Dios y se volvió inherentemente corrupto y completamente incapaz de elegir o hacer por sí mismo lo que es aceptable ante Dios.
(Gn. 2:16-17; 3:1-19; Jn.3:36; Rom.3:23; 6:23; 1 Co. 2:14; Eph. 2:1-3; 1 Ti. 2:13-14; 1 Juan 1:8).

Creemos y enseñamos que, debido a que todos los hombres estaban en Adán, lanaturaleza corrompida por el pecado se ha transmitido a todos los hombres de todas las generaciones; siendo Jesucristo la única excepción. Todos los hombres son pecadores por naturaleza, por elección y por declaración divina. Por lo tanto, al estar elhombre totalmente perdido, su salvación depende completamente de lagracia de Dios a través de la obra redentora de nuestro Señor Jesucristo
(Ps. 14:1-3; Jr. 17:9; Rom.3:9-18, 23, 5:10-12).
Creemos y enseñamos que la salvación es enteramente de Dios por gracia sobre la base de la redención de Jesucristo, el mérito de Su sangre derramada, y no sobre la base del mérito u obras humanas.
(Jn. 1:12; Eph. 1:7; 2:8-10; 1 Pet. 1:18-19)

Creemos y enseñamos que la regeneración es una obra sobrenatural del Espíritu Santo por la cual se dan la naturaleza divina y la vida divina. Es instantáneo y se logra únicamente por el poder del Espíritu Santo a través de la instrumentalidad de la Palabra de Dios (Jn. 5:24) cuando el pecador arrepentido, habilitado por el Espíritu Santo, responde con fe a la provisión divina de salvación.
(Jn.3:3-7 ; Tito3:5)

Creemos y enseñamos que la regeneración genuina se manifiesta por frutos dignos de arrepentimiento como se demuestra en actitudes y conductas justas. Las buenas obras son la evidencia adecuada y el fruto de la regeneración (1 Co.6:19-20 ; Eph. 2:10), y se experimentará en la medida en que el creyente se someta al control del Espíritu Santo en su vida a través de la obediencia fiel a la Palabra de Dios (Eph. 5:17-21 ; Phil. 2:12b ; Col.3:16 ; 2 Pet. 1:4-10). Esta obediencia hace que el creyente se conforme cada vez más a la imagen de nuestro Señor Jesucristo ( 2 Co.3:18 ).Tal conformidad culmina en la glorificación del creyente en la venida de Cristo.
(Rom.8:17 ; 2 Pet. 1:4 ; 1 Jn. 3:2-3)

Creemos y enseñamos que la elección es el acto de Dios por el cual, antes de la fundación del mundo, escogió en Cristo a aquellos a quienes en su gracia regenera, salva y santifica.
(Rom.8:28-30; Eph. 1:4-11; 2 Thess. 2:13; 2 Ti. 2:10; 1 Pet. 1:1-2)

Creemos y enseñamos que laelección soberana no contradice ni niega la responsabilidad del hombre de arrepentirse y confiar en Cristo como Salvador y Señor (Ez. 18:23, 32;33:11; Jn. 3:18-19, 36; 5:40; Rom.9:22-23; 2 Thess. 2:10-12; Rev. 22:17). Sin embargo, dado que la gracia soberana incluye los medios para recibir el don de la salvación,así como el don mismo, la elección soberana resultará en lo que Dios determine. Todos los que el Padre llama a sí mismo vendrán en fe, y todos los que vienen en fe el Padre los recibirá.
(Jn.6:37-40, 44; Act. 13:48; James 4:8).

Creemos y enseñamos que el favor inmerecido que Dios concede a los pecadores totalmente depravados no está relacionado con ninguna iniciativa departe del ser humano ocon la anticipación de Dios de lo que podrían hacer por su propia voluntad, sino que es únicamente de su soberana gracia y misericordia.
( Eph. 1:4-7 ; Tito3:4-7 ; 1 Pet. 1:2)

Creemos y enseñamosque la elección no debe ser vista como basada meramente en la soberanía abstracta. Dios es verdaderamente soberano, pero Él ejerce esta soberanía en armonía con sus otros atributos, especialmente su omnisciencia, justicia, santidad, sabiduría, gracia y amor ( Rom. 9:11-16). Esta soberanía siempre exaltará la voluntad de Dios de una manera totalmente consistente con Su carácter como se revela en la vida de nuestro Señor Jesucristo.
(Mt. 11:25-28; 2 Ti. 1:9)

Creemos y enseñamosque la justificación ante Dios es un acto de Dios ( Rom.8:33) por el cual declara justos a los que, por la fe en Cristo, se arrepienten de sus pecados (Luc. 13:3; Act.2:38; 3:19; 11:18; Rom.2:4; 2 Co. 7:10; Is. 55:6-7) y confesarlo como Señor soberano ( Rom.10:9-10; 1 Co. 12:3; 2 Co.4:5; Phil. 2:11). Esta justicia es aparte de cualquier virtud u obra del hombre ( Rom. 3:20;4:6) e implica la imputación de nuestros pecados a Cristo (Col. 2:14; 1 Pet.2:24) y la imputación de la justicia de Cristo a nosotros (1 Co. 1:30; 2 Co. 5:21). Por este medio, Dios está capacitado para “ser el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús”.
( Rom.3:26).

Creemos y enseñamosque todo creyente tiene para en la santificación; es decir, es santificado (apartado) para Dios mediante la justificación y, por lo tanto, es declarado santo y, por lo tanto, identificado como santo. Esta santificación es posicional e instantánea y no debe confundirse con la santificación progresiva. Esta santificación tiene que ver con la posición del creyente,no con su andar o condición actual.
(Act. 20:32; 1 Co. 1:2,30;6:11; 2 Thess. 2:13;Heb. 2:11;3:1; 10:10, 14; 13:12; 1 Pet.1:2)

Creemos u enseñamos que también hay, por obra del Espíritu Santo, una santificación progresiva por la cual el estado del creyente se acerca más a la posición que el creyente disfruta posicionalmente a través de la justificación. Mediante la obediencia a la Palabra de Dios y el empoderamiento del Espíritu Santo, el creyente puede y debe vivir una vida de santidad creciente conforme a la voluntad de Dios, haciéndose cada vez más como nuestro Señor Jesucristo.
(Jn. 17:17, 19; Rom.6:1-22; 2 Co.3:18; 1 Thess.4:3-4; 5:23).

Creemos y enseñamos que, en este sentido, cada persona salva está involucrada en un conflicto diario—la nueva creación en Cristo batallando contra la carne—pero se hace la provisión adecuada para la victoria a través del poder del Espíritu Santo que mora en nosotros. Sin embargo, la lucha permanece con el creyente a lo largo de esta vida terrenal y nunca termina por completo. Todas las afirmaciones de la erradicación del pecado total en esta vida no son bíblicas. La erradicacióntotaldel pecado no es posible en esta vida, pero el Espíritu Santo proporciona la victoria sobre el pecado.
(Gal. 5:16-25; Eph.4:22-24; Phil.3:12; Col.3:9-10; 1 Pet. 1:14- 16; 1 Jn.3:5-9)

Creemos y enseñamosque todos los redimidos, una vez salvos, son guardados por el poder de Dios y así están seguros en Cristo para siempre.
(Jn. 5:24; 6:37-40; 10:27-30; Rom. 5:9-10; 8:1,31-39; 1 Co. 1:4-8; Eph.4:30; Heb. 7:25; 13:5; 1 Pet. 1:5; Judas 24).

Creemos y enseñamos que es privilegio de los creyentes regocijarse en la seguridad de su salvación a través del testimonio de la Palabra de Dios, la cual, sin embargo, prohíbe claramente el uso de la libertad cristiana como ocasión para una vida pecaminosa y carnal.
(Rom.6:15-22; 13:13-14; Gal. 5:13, 25-26; Tito 2:11-14).

Creemos y enseñamosque la separación del pecado es un claro llamado a lo largo del Antiguo y Nuevo Testamento, y que las Escrituras claramente indican que en los últimos días la apostasía y la mundanalidad aumentarán.
(2 Cor. 6:14-7:1 ; 2 Tim. 3:1- 5).

Creemos y enseñamos que, por profunda gratitud por la gracia inmerecida de Dios que nos ha sido concedida, y porque nuestro Dios glorioso es tan digno de nuestra total consagración, todos los salvos deben vivir de tal manera que demuestren nuestro amor adorador a Dios y para no traer blasfemia al nombre denuestro Señor y Salvador. También creemos y enseñamos que Dios nos ordena la separación de toda apostasía religiosa y prácticas mundanas y pecaminosas.
(Rom. 12:1-2; 1 Co. 5:9-13; 2 Co.6:14-7:1; 1 Jn. 2:15-17; 2 Juan 9-11)

Creemos y enseñamos que los creyentes deben ser apartados para nuestro Señor Jesucristo (2 Thess. 1:11-12; Heb. 12:1-2) y afirmamos que la vida cristiana es una vida de justicia obediente que refleja la enseñanza de las Bienaventuranzas (Mt. 5 :2-12) y una búsqueda continua de la santidad.
(Rom. 12:1-2; 2 Cor. 7:1; Heb. 12:14; Tito 2:11-14; 1 Jn.3:1-10).
Creemos y enseñamos que todos los que confían en Jesucristo son inmediatamente colocados por el Espíritu Santo en un cuerpo espiritual unido: la iglesia (1 Co. 12:12-13), la novia de Cristo ( 2 Co. 11:2; Eph. 5:23-32; Rev. 19:7-8);de la cual Cristo es la cabeza.
(Eph. 1:22; 4:15; Col. 1:18).

Creemos y enseñamos que la iglesia es un organismo espiritual único diseñado por Cristo, constituido por todos los creyentes que han nacido de nuevo.
(Eph. 2:11-3:6).

Creemos y enseñamos que la autoridad suprema de la iglesia es Cristo (1 Co. 11:3; Eph. 1:22; Col. 1:18) y que el liderazgo, dones, orden, disciplina, y adoración son determinados por medio de Su soberanía como se encuentra en las Escrituras. Las personas bíblicamente designadas sirviendo bajo Cristo y sobre la asamblea son los ancianos (también llamados obispos, pastores y pastores, maestros y diáconos). Tanto ancianos como diáconos deben de cumplir con los requisitos bíblicos.
(1 Ti.3:1-13; Tito 1:5-9; 1 Pet. 5:1-5).

Creemos y enseñamos que estos líderes guían ygobiernan como siervos de Cristo, y tienen su autoridad al dirigir la iglesia. La congregación tiene el deber de someterse a su liderazgo.
( 1 Ti.5:17-22;Heb. 13:7, 17).

Creemos y enseñamos la importancia del discipulado (Mt. 28:19-20; 2 Ti. 2:2, responsabilidad mutua de todos los creyentes los unos a los otros (Mt. 18:5-14); como también la necesidad de disciplina de miembros de la congregación que están en pecado de acuerdo con los estándares de la Escritura.
(Mt. 18:15-22; Hechos 5:-11; 1 Co. 5:1-13; 2 Thess.3:6-15; 1 Ti.1:19-20; Tito 1:10-16).

Creemos y enseñamos la autonomía de la iglesia local, la cual es libre de cualquier autoridad externa o control, con el derecho de gobernarse a sí misma y con libertad de interferencias de cualquier jerarquía de individuos u organizaciones.
(Tito 1:5).

Creemos y enseñamos que es escritural que las iglesias verdaderas cooperen entre ellas para la presentación y propagación de la fe. No obstante, cada iglesia local, a través de sus ancianos y su interpretación y aplicación de la Escritura, debe ser el único juez de la medida y método de su cooperación. Los ancianos deben determinar todos los demás asuntos de membresía, políticas, disciplina, benevolencia, como también gobierno.
(Act. 15:19-31; 20-28; 1 Co. 5:4-7; 13:1; 1 Pet.5:1-4).

Creemos y enseñamos que el propósito de la iglesia es glorificar a Dios (Eph.3:21) al edificarse a sí misma en la fe (Efe. 4:13-16), al ser instruida en la Palabra (2 Ti. 2:2, 15; 3:16-17), al tener comunión (Act. 2:47; 1 Jn- 1:3), al guardar las ordenanzas (Lc. 22:19; Act. 2:38-42) y al extender y comunicar el Evangelio al mundo entero (Mt. 28:19; Act. 1:8; 2:42). Creemos y enseñamos el llamado de todos los santos a la obra del ministerio.
(1 Cor. 15:58; Eph.4:12; Rev. 22:12).

Creemos y enseñamos la necesidad de que la iglesia coopere con Dios conforme él lleva a cabo sus propósitos en el mundo. Para ese fin, él da a su iglesia dones espirituales. En primer lugar, él da hombres escogidos con el propósito de equipar a los santos para la obra del ministerio (Eph.4:7- 12), y él también da capacidades únicas y especiales a cada miembro del cuerpo de Cristo.
(Rom. 12:5-8; 1 Co. 12:4-31; 1 Pet.4:10-11).

Creemos y enseñamos que a la iglesia local se le han dado dos ordenanzas: bautismo y la Cena del Señor (Act. 2:38-42). El bautismo cristianopor inmersión (Act.8:36-39) es el testimonio solemne y hermoso de un creyente mostrando su fe en el Salvador crucificado, sepultado, y resucitado, y su unión con él en su muerte al pecado y resurrección a una nueva vida (Romanos 6:1-11). También es una señal de comunión e identificación con el cuerpo visible de Cristo.
(Act. 2:41-42).

Creemos y enseñamos que la Cena del Señor es la conmemoración y proclamación de su muerte hasta que él venga, y siempre debe ser precedida por una solemne evaluación personal ( 1 Co.11:28-32). También enseñamos que mientras que los elementos de la Comunión únicamente representan la carne y la sangre de Cristo, la Cena del Señor es de hecho una comunión con el Cristo resucitado,quien está presente de manera espiritual, teniendo comunión con Su pueblo.
( 1 Co.10:16).
Creemos y enseñamos que la muerte física no involucra la pérdida de nuestra consciencia inmaterial (Rev.6:9-11), que el alma de los redimidos pasa inmediatamente a la presencia de Cristo ( Luk.23:43; Phil. 1:23; 2 Co. 5:8), que hay una separación entre el alma y el cuerpo (Phil. 1:21-24), y que, para los redimidos, tal separación continuará hasta el arrebatamiento( 1 Thess.4:13-17)cuando nuestra alma y cuerpo se volverán a unir y serán glorificados para siempre con nuestro Señor (Phil.3:21; 1 Co.15:35-44, 50-54). Hasta ese momento, las almas de los redimidos en Cristo permanecerán en comunión gozosa con nuestro Señor Jesucristo.
(2 Co.5:8).

Creemos y enseñamos la resurrección corporal de todos los hombres, los salvos a vida eterna (Jn. 6:39; Rom.8:10-11, 19-23; 2 Cor.4:14), y los inconversos a juicio y castigo eterno (Dn. 12:2; Jn. 5:29; Rev. 20:13-15). Enseñamos que las almas de los que no son salvos en la muerte son guardadas bajo castigo hasta el retorno de Cristo(Lc. 16:19-26; Rev. 20:13-15), cuando el alma y el cuerpo de resurrección serán unidos (Jn. 5:28-29). Entonces ellos aparecerán en el juicio del Gran Trono Blanco (Rev. 20:11-15) y serán arrojados al infierno, el lago de fuego (Mt. 25:41- 46), separados de la vida de Dios para siempre.
(Dn. 12:2; Mt. 25:41-46; 2 Thess.1:7-9).

Creemos y enseñamos el regreso personal y corporal de nuestro Señor Jesucristo (1 Thess.4:16; Tito 2:13) para sacar arrebatar a su iglesiade esta tierra (Jn. 14:1-3; 1 Co. 15:51-53; 1 Thess.4:15-5:11) y para recompensar a los creyentes de acuerdo a sus obras.
(1 Co.3:11-15; 2 Co. 5:10).

Creemos y enseñamos que, después de la segunda venida de Cristo, los salvos entrarán al estado eterno de gloria con Dios, después del cual los elementos de esta tierra se disolverán (2 Pet.3:10) y serán reemplazados con una tierra nueva en donde sólo mora la justicia (Eph. 5:5; Rev. 20:15; 21- 22). Después de esto, la ciudad celestial descenderá del cielo (Rev. 21:2) ahí moraránlos santos y disfrutarán de la comunión con Dios y de la comunión mutua para siempre (Jn. 17:3; Rev. 21-22). Nuestro Señor Jesucristo, habiendo cumplido Su misión redentora, entonces entregará el reino a Dios el Padre (1 Co. 15:24-28) para que en todas las esferas el Dios trino reine para siempre.
(1 Co. 15:28).
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